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martes, 2 de julio de 2013

Nuevos curas para la DIÓCESIS

LA DIÓCESIS CUENTA CON 3 NUEVOS SACERDOTES.

Los sacerdotes del Año de la feDiócesis de Málaga.


El pasado sábado, Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, Andrés Conde, Maiquel Hernández y Juan Pablo Jiménez fueron ordenados sacerdotes por el Sr. Obispo, en la Santa Iglesia Catedral Basílica. Son los sacerdotes diocesanos del Año de la fe. A continuación reproducimos la Homilía dirigada por Mons. Jesús Catalá, a los nuevos ordenandos.

1. Queridos hermanos en el Episcopado, Fernando y Antonio, estimados sacerdotes y diáconos, no solo de nuestro presbiterio,  sino de otras diócesis, que os unís a esta celebración; muy queridos fieles; y un saludo especial a vosotros, que vais a recibir el gran ministerio sacerdotal.

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16,15), preguntó Jesucristo a sus discípulos. Esta cuestión centra la opción personal del discípulo ante el Señor. El Evangelio de hoy narra un momento en el que Jesús quiere que sus discípulos confiesen su fe en él (cf. Mt 16,15). El lugar en el que se desarrolla la escenaera Cesarea de Filipo, región que se encuentra en la Galilea de los paganos, ante unos templos dedicados a divinidades romanas. No estamos nosotros lejos de esta escena; vivimos en una sociedad, que podemos llamarla al menos “quasi-pagana”.

A Jesús no le interesa la respuesta de los de fuera. Cuando oye que unos dicen que se trata de Juan el Bautista, otros de Elías, otros de Jeremías o uno de los profetas (cf. Mt 16,14), Él quiere saber más bien la respuesta de los suyos, de los que se declaran sus discípulos. Simón Pedro, asumiendo un relieve especial, toma la palabra y hace una confesión explícita de la fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16). Y por esta confesión recibe la promesa de que será “piedra”, sobre la que se edifique la Iglesia.

2. También hoy nos pregunta el Señor a cada uno de nosotros: «¿Quién decís que soy yo?». Hoy os pregunta, de modo especial, a vosotros tres, candidatos al presbiterado, que habéis elegido como lema de vuestra ordenación el texto de san Juan: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado” (Jn 12,44).   El Señor os pide que hagáis confesión de la fe como Pedro; si creéis en Jesucristo, creeréis también en Aquel que lo ha enviado. Hoy sois enviados: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20,21). Jesús os asocia a su sacerdocio supremo y os envía como representantes suyos, para apacentar su grey.

Jesús respondió a Pedro: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). El Señor os llama bienaventurados, porque profesáis la fe revelada, que no es fruto de la elucubración humana. Como dice san Pablo a los Gálatas: «El Evangelio anunciado por mí, no es de origen humano»(Gal 1,11). No transmitáis nada que no sea el Evangelio; no inventéis un “evangelio nuevo”.

3. Cada uno de vosotros ha expresado su gratitud ante la llamada del Señor de modo distinto, pero en gran coincidencia. Andrés: dices que has comprobado, en este tiempo de preparación al ministerio, que Dios sigue actuando con amor gratuito; y deseas servir a la Diócesis de Málaga con humildad, cercanía con los pobres, y atención a los tristes y enfermos. Eres consciente de que el Señor te pide que ores por su pueblo, y que tengas un corazón de Buen Pastor, poniéndolo todo en manos de María, nuestra Madre. ¡Que el Señor complete y realice este deseo tuyo!

Maiquel: dices «estar completamente enamorado de Jesucristo y de la gente» y, siguiendo la recomendación del papa Francisco en la Misa crismal, quieres: «oler siempre a oveja». Deseas llevar el Evangelio a todos los hombres y dar tu vida donde el Señor te quiera llevar. Quieres vivir con la gente, escuchar a la gente, sufrir y disfrutar con la gente. Pedimos que el Señor te conceda fidelidad en tu ministerio.

Juan Pablo: contemplando el ejemplo a san Pablo, tu patrono, «ejemplo de santidad, de trabajo infatigable por el Señor y de un no rotundo a la mediocridad», deseas llevar a cabo, de la mejor manera que puedas, el ministerio sacerdotal que se te confía hoy, «cumpliendo en cada momento la voluntad del Señor». ¡Que se cumpla así la voluntad del Padre en tu vida!

4. El Señor confió a Pedro, después de su confesión en la divinidad, la misión de edificar su Iglesia: «Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará» (Mt 16,18). Cristo le concedió la facultad de construir su Iglesia y de edificar sobre la piedra angular. Pero como advierte san Pablo: «Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo» (1 Co 3,11). Nadie debe construir fuera de este fundamento.  A vosotros, queridos presbíteros y diáconos; queridos candidatos al presbiterado, se os confía el ministerio de construir la Iglesia de Cristo. Ciertamente no se os conceden las mismas atribuciones que a Pedro, apóstol y jefe de la Iglesia. Pero tened cuidado de no edificar fuera del fundamento; si así lo hicierais, se caería y se derrumbaría lo que construyerais. A Pedro le dio el Señor poder para vencer las fuerzas del mal, para combatir contra los enemigos del reino de los cielos. A vosotros se os otorga el Espíritu del Señor, para superar el mal y derrotar a los enemigos del amor.

Se os entrega «las llaves del reino de los cielos» (Mt 16,19), para atar y desatar; para liberar al hombre de su pecado y de su esclavitud; para abrir el corazón al amor y cerrarlo al odio y al pecado. ¡Usad bien esas llaves, queridos sacerdotes! ¡Sentaos, sentaos en el confesionario, para confesar, sin que os lo pidan los fieles! ¡Atad y desatad! Muchas almas necesitan ser desatadas de su pecado.

5. El papa Francisco nos anima a vivir con libertad de espíritu el ejercicio ministerial: “Estar atentos a ser libres de ambiciones o miras personales, que tanto mal hacen a la Iglesia, teniendo cuidado de no poner en primer lugar vuestra realización o el reconocimiento que podríais recibir dentro y fuera de la comunidad eclesial, sino el bien superior de la causa del Evangelio y la realización de la misión que se os asigna” (Papa Francisco, A los alumnos de la Academia diplomática, Vaticano, 6 junio 2013). “Sois Pastores, no funcionarios. Sois mediadores, no intermediarios” (Papa Francisco, Homilía en la ordenación de presbíteros, Vaticano, 21 de abril de 2013).

Hemos de dejar aparte, queridos hermanos, nuestros proyectos y nuestra voluntad, para vivir la libertad de los hijos de Dios, aceptando su plan sobre nosotros y su  amor desbordante, que hará fecundo nuestro ministerio sacerdotal. Hemos sido escogidos de entre los hombres, como nos recuerda la carta a los Hebreos: «Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados» (Hb 5,1). Puestos al servicio de las cosas de Dios, ejerced vuestro ministerio con alegría, con caridad fraterna, con esperanza, con fe sólida, no buscando el propio interés, sino el de Jesucristo.

6. San Pablo, cuya festividad también celebramos hoy, confiesa al final de su vida que ha concluido bien su trabajo: «He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe» (2 Tm 4,7).

Se alegra de haber conservado la fe. Para ello es necesario haberla profesado (credo), celebrado (liturgia), vivido (mandamientos) y testimoniado (anuncio). Os espera una hermosa misión. Tenéis por delante el camino de vuestra vida, para vivir la fe y para acompañar a vuestros contemporáneos a encontrase con Jesucristo; se trata de promover encuentros personales; y no solo de enseñar teorías o verdades. Sois los presbíteros ordenados en el Año de la Fe; esa puede ser una característica, que marque vuestro ministerio.  San Pablo reconoce que Jesucristo ha estado siempre a su lado y le ha dado fuerzas, «para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones» (2 Tm 4,17). No os preocupéis, porque el Señor estará siempre con vosotros, a vuestro lado; aunque a veces pensaréis que estáis solos. Pero él os librará de todo mal y os llevará a su reino (cf. 2 Tm 4,18).  San Pedro reconoció que el Señor le había enviado a su ángel, para librarlo de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos (cf. Hch 12,11). El Señor está a nuestro lado y nos da su Espíritu, para poder ejercer, como Él nos pide, el ministerio sacerdotal.

7. Estamos necesitados en toda la Iglesia de sacerdotes. Como sabéis, acabo de realizar la Visita pastoral al Arciprestazgo de Ronda y Serranía; y veo varias personas, a quienes he encontrado en diversas parroquias, que hoy vienen a acompañar a Andrés. Hay escasez de sacerdotes y tenemos necesidad de ellos.  Os animo a todos a valorar el sacerdocio, a querer a vuestros sacerdotes, a estar con ellos, a ayudarles, a trabajar codo a codo con ellos. ¡Apreciad el ministerio sacerdotal, hablad bien del sacerdocio a vuestros hijos, a los jóvenes!

A vosotros, queridos sacerdotes, os exhorto a que, con vuestro ejemplo, con vuestra entrega, con vuestra alegría, suscitéis vocaciones sacerdotales entre los jóvenes. Con vuestra manera de ser, con vuestro porte, con vuestro comportamiento, con vuestra oración y con toda vuestra vida, sed ejemplo para futuros sacerdotes.

8. En esta fiesta litúrgica la Iglesia entera contempla a los dos Apóstoles, que son columnas de la Iglesia. Celebrar a San Pedro y a San Pablo es reconocer que nuestra fe está fundamentada en ellos. La Iglesia católica vuelve sus ojos y su corazón hacia el Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, que continúa el ministerio apostólico de confirmar en la fe a los hermanos, de edificar la Iglesia y de pastorear la grey de Cristo.

En el libro de los Hechos se nos presenta a un Pedro maniatado y encarcelado por predicar el Evangelio y dar testimonio de su fe, confesando que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios y Mesías. La Iglesia oraba por él: «Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5). Hoy pedimos de manera especial por el papa Francisco, para que el Señor le dé fuerzas para llevar adelante la difícil misión, que le ha encomendado. Al igual que Pedro se vio libre de las cadenas, rezamos para que su Sucesor, Francisco, sirva a la Iglesia con libertad de Espíritu y el Señor le fortalezca para llevar a cabo su misión apostólica.

Pedimos a la Virgen,  Santa María de la Victoria, nuestra Patrona, su maternal intercesión, para que os acompañe en la misión, que hoy iniciáis los neo-presbíteros, y nos ayude a todos los sacerdotes a ser fieles en el ministerio sacerdotal. Y a los fieles laicos a vivir con mayor profundidad el encuentro salvador, redentor y divinizador, que es el encuentro con Jesucristo. Amén.

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