MENSAJE CON MOTIVO DE LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI.
Conferencia Episcopal Española.
1.- Dios es Amor.

2.- La perfección del cristiano está en amar.

3.- La ley del amor es la ley de la Iglesia

4.- La Iglesia es el sujeto de la caridad.

En razón de ello, podemos entender que en el reciente Motu proprio sobre el servicio de la caridad, insista sobre lo que ya dijo Benedicto XVI en la Encíclica “Deus Caritas est”: “todos los fieles tienen el derecho y el deber de implicarse personalmente para vivir el mandamiento nuevo que Cristo nos dejó, brindando al hombre contemporáneo no sólo sustento material, sino también sosiego y cuidado del alma”.
5.- La dimensión caritativa en la responsabilidad de los pastores.
Por todo ello, la promoción y orientación del ejercicio de la caridad es responsabilidad del Obispo como Pastor de la Iglesia particular. Y, “en la medida en que dichas actividades las promueva la propia Jerarquía, o cuenten explícitamente con el apoyo de la autoridad de los Pastores, es preciso garantizar que su gestión se lleve a cabo de acuerdo con las exigencias de las enseñanzas de la Iglesia y con las intenciones de los fieles”.
6.- Eucaristía y caridad.
La Eucaristía, “sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad”, “nos adentra en el acto oblativo de Jesús. No recibimos solamente de modo pasivo el Logos, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega. Él nos atrae hacia sí”. Por ello, la Eucaristía es la fuente de la verdadera caridad. “En la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana. Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo, que consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada y ni siquiera conozco”.

La Eucaristía, signo de unidad, es el fundamento y el alimento de la comunidad eclesial. Por tanto, la caridad, que brota de la Eucaristía, debe tener una dimensión eclesial, comunitaria; de tal modo que no quede como un ejercicio particular sino como la colaboración de cada uno en la obra de la Iglesia, sea a través de la parroquia, o de otra comunidad cristiana. El espíritu de caridad alimentado en la Eucaristía nos capacita para atender al prójimo (“cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar”), mirándole con los ojos de Cristo. Entonces podemos descubrir sus necesidades reales y ofrecerle mucho más que cosas externas necesarias. Podremos ofrecerle la mirada de amor que él necesita; la mirada de amor que merece Jesucristo. “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
7.- La íntima relación entre la fe y la caridad.

La caridad exige de nosotros una constante conversión que nos permita vencer todo egoísmo y olvido de los demás, y asumir la entrega generosa de lo que somos y tenemos. Pero este cambio sincero y profundo no es posible si no es movido por la fe. Así nos lo enseña Benedicto XVI: “La fe que actúa por el amor se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre”. Y, al mismo tiempo, “la fe crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo”. La fe está en el origen de la vida eclesial; los fieles cristianos movidos por la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía ponían en común todos los bienes para atender las necesidades de los hermanos. Todo ello nos lleva a concluir que “la fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente. De modo que una permite a la otra seguir su camino”.
Debemos aprovechar, pues, el Año de la Fe como una oportunidad providencial para intensificar el testimonio de la caridad.
8.- Tres incentivos para el ejercicio de la caridad.

9.- Una llamada a servir a los pobres.
Jesús se ciñó la toalla, con humildad asumió el oficio de los esclavos y lavó los pies de los apóstoles. Precioso icono que nos invita a acercarnos a los hermanos más pobres, a los que sufren, a los más necesitados despojándonos de toda riqueza, de toda actitud de suficiencia, compartiendo con ellos lo que somos y tenemos. Sólo la solidaridad nos ayudará a avanzar por caminos que den vida y esperanza a los hermanos más pobres. Vivir sencillamente ayudará a que otros, sencillamente, puedan vivir, nos dice la campaña institucional de Caritas para este Año de la Fe.

Escuchemos el clamor de los que mueren de hambre en el Tercer Mundo, de los que están en paro, de los mayores solos y de los enfermos, de los desahuciados y víctimas de violencia, que sientan el amor y la cercanía de todos nosotros a través de nuestro compromiso solidario.
5 de mayo de 2013.
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