Evangelio del Domingo XXII del Tiempo Ordinario
En aquel tiempo, comenzó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: -"No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte".
Jesús se volvió y dijo a Pedro: - "Quítate de mi vista Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios".
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: - "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará.
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta".
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