El Papa suele pronunciar a final de año un discurso solemne ante sus más estrechos colaboradores. En él, suele hacer un balance de los acontecimientos más importantes vividos por la Iglesia y un anuncio de lo que espera para el nuevo período. En el discurso de este año, Benedicto XVI también ha hecho balance de lo vivido y ha querido abrirnos el corazón de sus expectativas y esperanzas para el nuevo año. Una palabra se ha constituido en eje del pasado y el porvenir: la fe. El Papa ha señalado: vivimos una profunda crisis, no sólo económica o social, sino también de fe. Por ello, ha situado como centro de su preocupación pastoral la “cuestión de la fe”: ¿cómo vivirla con radicalidad? ¿Cómo transmitirla con eficacia, colaborando con la gracia de Dios? El “Año de la fe” que iniciaremos en octubre es un compromiso para todos.
La enfermedad: "el cansancio de la fe"
El
Papa resalta dos experiencias vividas: “El encuentro en África con la gozosa
pasión por la fe ha sido de gran aliento. Allí no se percibía ninguna señal del
cansancio de la fe, tan difundido entre nosotros, ningún tedio de ser
cristianos, como se percibe cada vez más en nosotros. Con tantos problemas,
sufrimientos y penas como hay ciertamente en África, siempre se experimentaba
sin embargo la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad
interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia. De esta alegría
nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones agobiantes
de sufrimiento humano, para ponerse a su disposición, sin replegarse en el
propio bienestar”.
¿Hay medicina?
Señala
el Papa: “La magnífica experiencia de la Jornada Mundial de
la Juventud,
en Madrid, ha sido también una medicina contra el cansancio de creer. Ha sido
una nueva evangelización vivida. Cada vez con más claridad se perfila en las
Jornadas Mundiales de la
Juventud un modo nuevo, rejuvenecido, de ser cristiano, que
quisiera intentar caracterizar en cinco puntos”. Hacemos una síntesis de estos
cinco puntos:
1º)
Sentirnos
parte de una gran familia: “en la JMJ se ha vivido una nueva experiencia de la
catolicidad, la universalidad de la Iglesia. Esto es lo que ha impresionado de
inmediato a los jóvenes y a todos los presentes: venimos de todos los
continentes y, aunque nunca nos hemos visto antes, nos conocemos. Hablamos
lenguas diversas y tenemos diferentes hábitos de vida, diferentes formas
culturales y, sin embargo, nos encontramos de inmediato unidos, juntos como una
gran familia. Se relativiza la separación y la diversidad exterior”.
2º)
Darnos
a los demás: “Una de las experiencias más importantes de aquellos
días ha sido para mí el encuentro con los voluntarios de la Jornada Mundial de
la Juventud:
eran alrededor de 20.000 jóvenes…al final, estos jóvenes estaban visible y
«tangiblemente» llenos de una gran sensación de felicidad… Estos jóvenes han
hecho el bien –aun cuando ese hacer haya sido costoso, aunque haya supuesto
sacrificios– simplemente porque hacer el bien es algo hermoso, es hermoso ser
para los demás. Sólo se necesita atreverse a dar el salto. Todo eso ha estado
precedido por el encuentro con Jesucristo, un encuentro que enciende en
nosotros el amor por Dios y por los demás, y nos libera de la búsqueda de
nuestro propio «yo»”.
3º)
Adorar:
“Fue inolvidable para mí, durante mi viaje en el Reino Unido, el momento en
Hyde Park, en que decenas de miles de personas, en su mayoría jóvenes,
respondieron con un intenso silencio a la presencia del Señor en el Santísimo
Sacramento, adorándolo. Lo mismo sucedió, de modo más reducido, en Zagreb, y de
nuevo en Madrid, tras el temporal que amenazaba con estropear todo el encuentro
nocturno, al no funcionar los micrófonos. La adoración es ante todo un acto de
fe: el acto de fe como tal. Dios no es una hipótesis cualquiera, posible o
imposible, sobre el origen del universo. Él está allí. Y si él está presente,
yo me inclino ante él… Esto es adoración, y esto marcará después mi vida. Sólo
así puedo celebrar también la
Eucaristía de modo adecuado y recibir rectamente el Cuerpo
del Señor”.
4º)
El
Sacramento de la Penitencia:
El Papa nos invita a celebrar el Sacramento del Perdón: “Mi alma se mancha una
y otra vez por esta fuerza de gravedad que hay en mí, que me atrae hacia abajo.
Por eso necesitamos la humildad que siempre pide de nuevo perdón a Dios; que se
deja purificar y que despierta en nosotros la fuerza contraria, la fuerza
positiva del Creador, que nos atrae hacia lo alto”.
5º) La alegría: La
alegría de los millones de jóvenes en Madrid, como en todas las Jornadas
Mundiales de la Juventud,
ha sido muy resaltada por los Medios de Comunicación: “¿De dónde viene? ¿Cómo
se explica? Seguramente hay muchos factores que intervienen a la vez. Pero,
según mi parecer, lo decisivo es la certeza que proviene de la fe: yo soy
amado. Tengo un cometido en la historia. Soy aceptado, soy querido…El hombre
puede aceptarse a sí mismo sólo si es aceptado por algún otro. Tiene necesidad
de que haya otro que le diga, y no sólo de palabra: «Es bueno que tú existas»…
Cuando llega a ser dominante la duda sobre Dios, surge inevitablemente la duda
sobre el mismo ser hombres. Hoy vemos cómo esta duda se difunde. Lo vemos en la
falta de alegría, en la tristeza interior que se puede leer en tantos rostros
humanos. Sólo la fe me da la certeza: «Es bueno que yo exista». Es bueno
existir como persona humana, incluso en tiempos difíciles. La fe alegra desde
dentro”.
El
Papa es un buen médico. Ha diagnosticado un síntoma de una enfermedad que
afecta, especialmente, a la
Iglesia de Europa: “el cansancio de la fe”. Y nos ha dado una
sencilla receta, cuyos cinco componentes son: sentirnos parte de la familia de
la iglesia, entregarnos a los demás, un espíritu de adoración, conversión y
penitencia, y alegría contagiosa. ¡Ya sabemos, al médico hay que hacerle caso!
Alfonso Crespo Hidalgo, sacerdote diocesano malagueño.